Escuela de espectadores

Salimos transformados, lo cual es para algunos la verdadera función del arte y de la cultura, belleza aparte

La Escuela de Espectadores organizada por Factoría Echegaray, coordinada por Francisco J. Corpas es un invento de esos que están nutriendo la leyenda cultural de Cenacheriland. En una escapada de ida y revuelta cultureta, a lo de mayo en Madrid, me preguntaron por el fenómeno. Tiré de Escuela de Espectadores, iniciativa pionera en España que bajo diferentes formatos echó a andar en el año 2007 si no he leído mal en la web hechoenmalaga.es

El 29 de abril de san Pedro Mártir, con la llaves de la puerta de los bulos, finalizó la tercera edición del curso 23-24, de la escuela, no de las fake news. Los objetivos de este programa van desde “Desarrollar una práctica innovadora de formación, que potencie el rol de espectador a través de un proceso de investigación-acción” a promover en el espectador una conciencia crítica de la escena, convirtiéndose en un público leal, activo culturalmente. También “consolidar un espectador consciente de su papel no consumista, cualitativamente comprometido y dinamizador de otros públicos, futuros espectadores. La inscripción viene con vocación intergeneracional, aunque la mayoría del alumnado es viejennial de buen ver y mejor pensar. Total que, por un precio simbólico de matrícula, se puede acercar el profano a las bambalinas más dramáticas. Desde el marco teórico con neolengua distinguida, a las tripas atrezadas de un montaje escénico. Del libreto a los ensayos a palo seco, cuestiones técnicas, contemplar la deriva creativa y también departir con los protagonistas, escribientes y directores, una vez aplaudido el resultado final desde la butaca. La experiencia es movida. Transita por el Salón Rossini del Teatro Cervantes, matinés sabatinas en local de ensayo bodeguero y un par de entradas de miércoles para ir acompañado y disfrutar la representación con muy diferente perspectiva en el Teatro Echegaray. Una visión panóptica del asunto que estimula lo mucho que aporta el teatro dentro de las artes escénicas: pura verdad frente a cegadores efectos de píxel. El pasado noviembre se destripó Crossing Over, creada y dirigida por Ellie Harlett. En diciembre La Casa de Sorora con texto y dirección de David Mena. En enero tocó Mal Olor con Gracia Morales a la tecla y Piñaki Gómez en la dirección. En abril lucimos Kilogramers con batuta bicéfala de Nora S. Cantero y Pedro Hofhuis. Salimos del curso transformados, lo cual es para algunos la verdadera función del arte y de la cultura, belleza aparte.

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